martes, 29 de marzo de 2016

Rafael Guastavino





Fotografía: Laura Ortolá


Cuando en 1881 Rafael Guastavino llegó a Nueva York con 40.000 dólares en el bolsillo, su hijo pequeño Rafael y su ama de llaves, nadie hubiera dado un duro por que este valenciano de 39 años que no hablaba una palabra de inglés, ni conocía a nadie en la ciudad, se pudiera convertir al cabo de los años en uno de los constructores más reputado del país, con 250 edificios construidos en dicha ciudad y cerca de mil en el resto de Estados Unidos. 

Guastavino nació en Valencia en 1842. Con 19 años llegó a Barcelona, donde estudió Arquitectura. Allí proyectó varias mansiones para diferentes miembros de la burguesía catalana, además del Teatro La Massa, en Vilassar de Dalt y la fábrica textil Batlló. 

Tras la ruptura de su matrimonio, su mujer partió a Buenos Aires con sus tres hijos mayores, mientras que él se encaminó a Nueva York.

Fotografía: Laura Ortolá
A su llegada al Nuevo Mundo se especializó en la construcción con bóvedas tabicadas que levantaba con ladrillos finos y cemento, según la tradición de los arquitectos medievales. Esta técnica, que permitía grandes luces, al no requerir ni andamios ni muros de gran grosor era más barata que otras soluciones arquitectónicas. Además constituía una garantía ignífuga, lo que fue un gran golpe de efecto tras el gran incendio que asoló Chicago en 1871. 

El edificio que le abrió las puertas definitivamente fue la Biblioteca Pública de Boston (1888-1895) obra de los arquitectos más punteros del momento McKim, Mead & White y para el que se le contrato a mitad de la obra. Este momento supuso también pasar de arquitecto a constructor. Creo la Guastavino Fireproof Construction Company junto a su hijo, quien pasó a dirigirla con éxito tras la muerte de Rafael padre en 1908.

Fotografía: Laura Ortolá
A principios de los 60, la empresa de Guastavino Jr. no pudo resistir el cambio de gusto del público y quebró, pero gracias a la labor del profesor de Historia del Arte de la Universidad de Columbia, George Collins, que recopiló todos los documentos de la compañía, se salvó el legado documental de los Guastavino para la posteridad.


Rafael Ortolá
Arquitecto 
www.ortola-arquitectos.es

viernes, 4 de marzo de 2016

Fin a las legalizaciones en suelo rústico en las Islas Baleares


El pasado día 13 de enero, se publicó en el BOIB el Decreto Ley 1/2016, de 12 de enero, de medidas urgentes en materia urbanística, que, entre otras, derogaba la transitoria décima de la Ley 2/2014 de Ordenación y Uso del Suelo de Baleares.

En líneas generales, esta disposición (que analizamos en nuestro post del pasado 7 de noviembre de 2014) autorizaba la legalización de edificaciones existentes en suelo rústico siempre y cuando no tuvieran ningún expediente de infracción urbanística abierto y se pudiera acreditar una antigüedad mayor de 8 años de la obra realizada sin licencia y no legalizable.

Además dicha legalización estaba sujeta al pago de las mismas tasas y de los mismos impuestos previstos en la normativa para las nuevas edificaciones y al pago al ayuntamiento de una prestación económica que iba del 15% al 25% del Coste de Ejecución Material, dependiendo del año en el que se legalizase.

La intención de esta medida era doble, por una parte sacar estas viviendas del limbo legal en el que estaban, ya que no se había actuado disciplinariamente contra ellas, y por otro aumentar la recaudación de los ayuntamientos por medio de la antedicha prestación económica.

Según datos del Colegio de Arquitectos de las Islas Baleares publicados en la prensa, durante el pasado año, se visaron 1.665 expedientes de legalización en suelo rústico, de los que se estiman que el 90% estaba motivado por esta medida especial.

De momento queda en suspenso, como máximo hasta el 31 de diciembre de 2017, junto a los otros artículos y disposiciones derogados temporalmente.

Rafael Ortolá
Arquitecto TU München
Master en Derecho Urbanístico por la UIB
(www.ortola-arquitectos.es)